Escuchar es amar

Escuchar es amar. Es acoger aquello que emerge a la superficie sin perder de vista las profundidades. Reconocer y validar, sin pretensiones, sin juicios entorno a lo que debería ser. Es un arte, pues no hay un método o una técnica que nos enseñe a traspasar todas esas capas de verdades a medias, para hallar un silencio que atraviesa; sin condicionantes o necesidades proyectadas.

Escuchar es atender con todo nuestro ser, presenciar el milagro de la existencia encarnada en múltiples formas, imágenes, sonidos, emociones, pensamientos, sensaciones. Es habitar un espacio compartido en el que puedo ser consciente de ti, atreviéndome a mirar a través de mis propias murallas defensivas, para volverme completamente vulnerable. Es exponerme a ser profundamente sacudida por tus anhelos, tu sufrimiento y tu dolor. Y dejar de pretender que entre tu y yo no hay amor, sencillamente porque no te conozco lo suficiente, o no tienes nada que ver con la limitada y caduca idea que tengo acerca de quien soy yo.

Escuchar es abrirme completamente a descubrir que no sé nada acerca de como vivir este instante. Y dejar de intentar salvarte, para poder verte, como un fin en sí mismo desde donde emerge el sentido de estar vivo aquí y ahora.

Te escucho cuando soy consciente del miedo que tengo a escucharte, a no saber donde acabas tu y donde empiezo yo. Me escucho cuando me rindo ante mi propia impotencia, mi propia ignorancia, mi limitado constructo personal a través del cual he decidido filtrar lo infinito.

Pero jamás podré escucharte, sino me atrevo a reconocerme, a darme cuenta de cuan injustamente me limito al opinar, al juzgar, al creerme la extrañísima certeza ilusoria de que es más aquello que sé de mi (de ti) que lo que desconozco.

Y es en la comprensión que surge la rendición, el amor y la sabiduría que me permiten abrirme a escuchar, a escucharme y escucharte; como si no existiese ninguna diferencia entre ambas polaridades.

Escuchar es amar, es sanar, es Ser.

 

 

 

 

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